martes, 29 de noviembre de 2011

Finalmente...



Ya ni siquiera interesa que el animal escriba. Que se aparezca de pronto enmascarado, lleno de colguijes, bisutería barata hecha por sí mismo. Ya no importa que trate de robarte, le dejaré hacerlo. Quiero saber a qué le sabe tu cuerpo y las palabras mal dichas y el mal querer.

A ver qué le parece la atención nula, el desinterés, la apatía, la insatisfacción que trae el evocar y el anhelo.

Ojalá y ese animal se deleite en lo mundano. Y las pláticas cansinas sobre deportes, autos, juego; y que se ría gruñendo con sus dientes feos,

Y ojalá te coma.

Pero te coma sin albur, sin sentido otro más que te devore, que vierta tu sangre sobre la alfombra de la Praga a la que jamás me llevaste, que te coma vivo, que te hinches en su pansa y te cebes de hormigas y retoños de plantas.

Cuando esté satisfecha, con la cara exangüe, con los ojos regodeados y en exilio; cuando la pupila adorne la mirada del animal en tu recinto, seguramente estaré ahí.

Y le veré ya sin ti, pero sin ser tan sínica como para darle una sonrisa, ni para darle albricias,-felicidades te has ganado la lotería - , te has desecho del ser, que te comía con la mirada, porque sus dientes no eran tan grandes para comerte de a de veras. No lo haré así. Me plantaré con lúdico ánimo y tan sólo miraré.

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