martes, 29 de noviembre de 2011

Finalmente...



Ya ni siquiera interesa que el animal escriba. Que se aparezca de pronto enmascarado, lleno de colguijes, bisutería barata hecha por sí mismo. Ya no importa que trate de robarte, le dejaré hacerlo. Quiero saber a qué le sabe tu cuerpo y las palabras mal dichas y el mal querer.

A ver qué le parece la atención nula, el desinterés, la apatía, la insatisfacción que trae el evocar y el anhelo.

Ojalá y ese animal se deleite en lo mundano. Y las pláticas cansinas sobre deportes, autos, juego; y que se ría gruñendo con sus dientes feos,

Y ojalá te coma.

Pero te coma sin albur, sin sentido otro más que te devore, que vierta tu sangre sobre la alfombra de la Praga a la que jamás me llevaste, que te coma vivo, que te hinches en su pansa y te cebes de hormigas y retoños de plantas.

Cuando esté satisfecha, con la cara exangüe, con los ojos regodeados y en exilio; cuando la pupila adorne la mirada del animal en tu recinto, seguramente estaré ahí.

Y le veré ya sin ti, pero sin ser tan sínica como para darle una sonrisa, ni para darle albricias,-felicidades te has ganado la lotería - , te has desecho del ser, que te comía con la mirada, porque sus dientes no eran tan grandes para comerte de a de veras. No lo haré así. Me plantaré con lúdico ánimo y tan sólo miraré.

lunes, 25 de julio de 2011

25


Ya las horas se han vuelto en contra mía
Los días descabezados yerran
Este insípido aire atiborrado,
Rondando el lecho blanco
Zumbando en los oídos.

Los veo engullendo lo que pueden
Tomando mi ropa y recortando libros
Buscando entre líneas poéticas y canciones dolorosas
Un algo que no me explico.

A veces les tengo mirando muy de cerca
A ese fenecido despojo que ha quedado,
Esa muestra aún cálida de besos y abrazos
Parece que le cantan lisonjeros.

Pero no despierta y los días lamentan y me buscan,
Entonces golpean mis tobillos con vehemencia,
Mordisqueando mis uñas, olisqueando mi cabello
No les quiero cerca, les temo,
Les desprecio por no haber sido parte de mi sueño
Por su debilidad, por la flacura en sus cimientos.

Anoche de mi ventana entro y salió un algo parecido a un gato
O a mi madre;
conversamos y saltó por los techos sorteando los tabiques rojos
Y miró el amanecer industrial que alguien dijo es muy bello.

Yo espero se hayan ido ya los días gritones
Me pone nerviosa tanto parloteo y sus imágenes
Intactas
y el ruido que le hacen a mi padre
Merodeando la sombra que ha dejado en la cocina
Esperando controlar sus pasos desde aquí.

Tanto les ha gustado este sitio empolvado
Que han convertido las esquinas de los cuartos
En nichos para aves, pesebres para creerse niños dioses,
Cobijándose con la humedad resquebrajada de los techos.

Ojalá se vayan y lleguen días nuevos, frescos,
Naturales, con aroma a manzanos y naranjas
De oropel en las mangas,
Con caballeros de armaduras magras
Y algo de firmeza para mí.

jueves, 17 de marzo de 2011

Idilio.


Pesan, ha sido chupado su líquido vital,
Como si de pronto un apendice ajeno surgiera entre mis brazos y muñecas,
Para escribir cosas muy sucias cosas descaradas,
cosas de ignominias,

Y

Es que

Les ha dado por moverse sediciosas
Con todo y el dolor
Se frotan mutuamente en un plácido silencio
Que observo agazapada,
Dudosa, maravillada
Yo no tengo más control del que tiene ese Dios
Que manda en el albedrío,
ser uno mismo el autor,
Y las dejo.

Acto reproductor
Anegadas de besos táctiles
Ahora se agachan al teclado
Sumisas huellas digitales han dejado,
El sudor amatorio es el más limpio.

Se han detenido,
Y duelen, un dolor que rasca y quema
Que es casi ajeno
Así son estas muñecas que se besan y acarician
Así han querido hacerse muy a la imagen conocida
Muy al ejemplo del novio, del amigo, del amante,
Así se han hecho las manos que tenía de frente,
Que las miraba continuamente
Y hoy
se han hecho
el amor.

lunes, 24 de mayo de 2010

tengo sueño, estoy cansada..


Los pasillos en la tienda se hacen uno con mis pies cansados. Quisiera comer. Y a la vez no lo deseo. Pensar en que tendré que repetir la misma platica de los últimos dos fines de semana, me crispa los nervios. De nuevo preguntaremos los nombres, se sorprenderá al saber mi edad y decirme lo 'pequeña’ que me veo, le explicaré mi carrera, y ella la suya, comenzaremos a comer, y después de un rato la cuestión forzada sobre el novio, y el tiempo que llevo con él; ahora querrá saber más sobre mis gustos, mi familia y cosas que no querré decir y será hora de volver al pasillo o a la carpa y seguir contando el tiempo que falta para salir, pelando los dientes, oliendo a comida, a pollo, a tortas, aguacate.

Me he convertido en experta adivinando el tiempo, calculando que después de entrar, solo han pasado veinte asquerosos minutos y que ya me quiero ir. Tendré sed seguramente.
Me estoy quedando dormida recargada en el refrigerador de la cerveza fría, con mi insulso uniforme, mi sonrisa hipócrita, ofreciendo alcohol a viejos con familia, solteros, jóvenes, mal educados y groseros unos, elegantes y amables otros. Siete horas del domingo que solía pasar gastando mis pupilas en libros, periódicos y siestas intermedias. Me hace falta volver a mi antigua forma de holgazana y quedarme ensopada de sudor dominguero en mi cama oyendo el radio, el jazz y el programa de bossanova de las ocho.
Ojalá que el día se pase pronto. Nunca pensé querer que se acabara el fin de semana.
Ahora soy uno más de esos seres en encierro que no saben si el sol quema, o la lluvia golpea o si el mundo colapsa en la calle aledaña; me eh convertido en una más que desprecia lo cara de la vida, el esfuerzo, los trabajos inútiles y mal pagados. Ahora entiendo eso de empobrecer el alma con el trabajo. Nada es justo. Pero confío en que llegará el momento en que trabajar sea sinónimo de placer. Hedonista hasta el final, celebrando con vino, descanso y gente.

martes, 11 de mayo de 2010

Desde la nada...



Hace un momento me di cuenta de que habrá una pequeña ‘fiesta’ el jueves, en el rotario, una de esas reuniones tipo bienvenida o despedida que tanto me gustan. Cerveza a diez pesitos y la entrada igual, y la verdad estos días eh tenido unas ganas muy intensas de tomarme una cervecita, no sé si a causa del calor, o el estrés por comenzar cosas nuevas y mirar cómo poco a poco todo tiene que tomarse más enserio. Dejar de faltar a ciertas clases, llegar temprano a ciertos lugares, dejar de hacerle caras a cierta gente molesta y crecer.
Me fastidié mucho al enterarme y saber tristemente que no podré ir y sentir ese adormecimiento del que habla Ivonne en su más reciente publicación; esa sensación floja, colgante, que me hace decir chistes, reír hasta llorar y amar con toda la intensidad que pueda sentir en ese instante.
Me enoja muchísimo andar tan lejos, tan presionada con los tiempos, con el mugroso camión que no vale los ocho pesos diarios que les doy por que me trasladen del todavía ‘más allá’ del pueblito a tecnológico y todavía tener que caminar más o agarrar otro camión en iguales condiciones, en un asiento en el cual si tuviera un poco más de peso, seguramente se desbarata, y ni qué decir de la molesta musiquita a todo volumen que han de pensar que nos gusta mucho a todos los pasajeros. Confieso que comienzo a despreciar el programa de Jackson gruperísimo, su risa que a mi no me da gracia y los chistes matinales en la radio. Será que simplemente no es mi estilo. Tal vez si me estoy haciendo vieja.
Nunca creí extrañar tanto aquella vieja y sucia casa, de donde tantas veces quise salir corriendo y dejar atrás. Hoy la necesito, para salir a caminar, ir a la deportiva y correr un poco, extraño el aroma a pan el día entero, mis amigas a quienes veía casi a diario, las reuniones en las casas para ver películas, comer helados de mantecado y roles de canela de la tiendita que esta por casa de Jaz. Extraño mi movilidad, y poder salir a tomar una cerveza feliz y libremente y llegar a mi casa a una hora normal y aceptable sin tener que esperar a que vayan por mi, además de las salidas expresos a lugares donde según dicen todo se puede…como Guanajuato, aunque irónicamente ahora estoy a sólo quince minutos y no puedo hacer todo lo que quiera.
Me enferma el silencio caluroso de esta colonia nueva, la soledad en las calles y sobre todo el ladrar psicótico de mis perros, quienes al no ver personas o escuchar el ruido de los autos o carreolas,se exaltan ante el más mínimo movimiento o sonido que se presta en esta callesucha.
Y no es que pretenda poner límites a los anhelos de mis padres, pero todo aquello que tenía se desequilibro. Ojalá regresara pronto, ahora que mi mundito interno comienza a estabilizarse.
Hace unas horas murió el cotorro azul de mi padre. No sabía que le había puesto nombre. Hasta hoy nos lo dijo. Traía los lentes oscuros, como de funeral y el humor apagado, no se reía de mis boberías ni quiso comer tanto, sólo se lamentaba por el pequeño ‘Honorio’ que llevaba ya poco más de tres años con nosotros. –Se supone que si volvíamos a la otra casa, regresaríamos todos juntos – Dijo mi padre y siguió conduciendo. Mi padre no fue el único que sufrió la pérdida, pues Honorio ha dejado viuda a una cotorrita verde, de la cual su nombre es para mi otra incognita que seguro dejará de serlo el día en que también esté en su lecho mortuorio y mi padre nos lo diga.
Antes de irse al trabajo, el cotorrito aún estaba vivo. Llame a mi madre y le conté primero, prefiero que ella se lo diga, es algo que de verdad lo pondrá triste.
No sé por qué pero me dieron ganas de escuchar black bird de los Beatles y regresar a mi calle…aunque no sea bonita, y aunque la gente no sea tan amable.

domingo, 4 de abril de 2010

Rutinas..



Llega la hora acostumbrada. Deja los zapatos en la sala. Se quita la ropa. Se queda en calzones. Agarra el espejo de sobre la mesa. Se observa. Le gusta todo de sí, sus pómulos, labios, la cara afilada, los ojos tan grises.

Ama sus pestañas. Tan largas, febriles, cual patitas flacas. Se abren y separan, abanican su cara, le dan ese 'no sé qué, que qué se yo' que lo hacen radiar. Pero llega el momento. Ese momento al que le teme a diario. Hay que retirarlas.
Es un verdadero suplicio para su bella cara; se siente desnuda, minimizada, casi fea. Son especiales, y caras; procura cuidarlas como si fuesen seres aparte, prestados a su rostro, para embellecerlo por el día.

Agarra un cofrecito que pone junto al espejo de la mesa. Lo abre con parsimoniosa elegancia, y rescata de su interior unas pincitas plateadas, muy livianas y brillantes. Las acerca de apoco. Y con sumo cuidado, abriendo la boca y entrecerrando el ojo que guía tal acto, busca la precisión, el equilibrio.
Acerca un poco más las pincillas, y roza primero algunas de sus bellas pestañas de pelo de inglesa fina del siglo XVIII (entiéndase pues la neurosis de su cuidado) como tanteando el terreno antes de atacar.
Siente el dolorcillo ardoroso previo de arrancarlas. El pegamento y el calor las han hecho casi permanentes, como si al nacer, hubiera sido bendecido con pestañas de becerro. Pero ¡¡no!! Qué doloroso el retirarlas. Ahí viene, respira hondo, vuelve al equilibrio y entonces, jala. El dolorcillo se ha hecho presente.
No hay problema. Limpiará la lagrimilla escurridiza y cobardona mas tarde. 'Al mal paso darle prisa' dicen por ahí, y se apropia de la frase.
Va con el siguiente ojo. Repite la faena; desde respirar bien hondo, crear equilibrio, el sentir anticipado del ardor, y entonces jala. Se ha quedado a ojo pelón.

Ahora a concentrarse. Ya está en casa. A salvo. Camina chulamente a la cocina, remueve zapatos y se pone las 'shanclitas' que se encuentra en el camino.

Prepara un té de tila; aprecia el aroma cual conocedor añejo. Se chupa los dientes. Los prepara al sabor. Le da un sorbidito. Ya siente el calor interior.

La noche ya empieza. Comienza a alistarse. Remueve calzones. Se encierra en el baño. Agarra las llaves, tan frías para sus tiernas manos. Y mete un pie. Lo deja un momento al azote del rocío tibio de la regadera.
Ya acostumbrada la piel, se mete completo, empieza la ducha y el enjabonamiento, la hora de admirar el cuerpo musculoso y lleno de gracia que sacrificado carga.
Se lava, se limpia, termina, se seca, se sale.


Ahora lo de siempre.
Arroparse.

Meterse en la cama; la desnudez, la expectación, el roce de la tela fría y aromática. Después poner la música, tararearla con cierto aire. Toma el teléfono. Respira. El ansia no debe sobrellevarle. Se sonríe coquetamente, se muerde los labios mientras espera el tono del número marcado.
Y una vez más, como cada noche. Le contesta su amante. Y por fin puede decirle ‘te quiero’, a un tal Dante.

sábado, 3 de abril de 2010

...lidia...

Pequeña triquiñuela de alfileres

que cortan y que nacen

merezco un poco más que maravillas


La noche es quien siempre me responde

muy a pesar de las congojas

me arropo en mi calma

en mi ventisca sueño y deseo no estar.


¿Cuál es tu problema gris riachuelo?

no te detienes, solo asaltas

y mucho menos ante mi cuerpo derrotado.


Ni los perros, o los seres infrahumanos

serán parte del deleite

quedaran tenues las miradas

y los sollozos se antojaran tradicionales.


La ruleta ha decidido

habré de ir tras la corriente

tendenciosa, indefensa

habré de aprender a salvarme.